[Nowhere Station]

| Dialogs from the south of Spain |

viernes, octubre 21, 2005

Recogiendo botellas

De madrugada, con Calamaro susurrando verdades al otro lado del oído, uno siente con intensidad la soledad que le acompaña a uno durante toda su vida. A veces resulta más difícil superar esta individualidad, pero hay cosas que sólo surgen cuando uno está sólo, y por estas experiencias merece la pena encerrar a los demás en una burbuja y soplar, lejos... Todos tenemos nuestro cofre secreto cuya combinación tan sólo nosotros conocemos, ¿no es valioso esto? Guardamos sensaciones, estados y recuerdos color sepia, sin valor fuera de sus dueños. ¿A quién le interesa? ¿Quién las entendería? Y sobre todo, ¿completan algo en sus vidas? No, las mías caducan, las aprecio y pasan como fotogramas de celuloide a la velocidad que yo elijo. Eso queda de nuestras vidas, el reloj caduca cada noche y cada noche se renueva, y nosotros montados en sus manecillas giramos a 400 revoluciones por minuto. La luna turca se esconde, las gaviotas empaquetan y vuelan, nosotros despertamos y volvemos a la vida física, para empezar de nuevo el ciclo, no sea que se quiebre éste y durmamos el sueño eterno. La soledad es un tesoro. Cada uno la lleva dentro, hace falta traducir su lenguaje y hablar con ella el diálogo del silencio que nadie entiende, pero todos traducimos, y algunos escribimos. A ritmo de reggae se disipa este diálogo buscando un cauce para algún loco arquitecto, sabio en descifrar claves de cofres brillantes. Alguno hay.

lunes, octubre 10, 2005

Cuéntame otra vez lo que encontraste en tu viaje, aquella historia de corazones atravesados con palabras afiladas, y ese rincón fantástico donde te escondías para escuchar la música que sólo tú oyes. Quiero saber si el amor está envenenado con gotas de amargura que rezuman de ojos brillantes bajo cielos aún más brillantes, y si puedo besar esos labios que deslizan las palabras que me encantaría oír cada día. Esta noche sé que vendrás a visitarme de nuevo, te sentarás a mi lado y tocarás la melodía que siempre llevo en mi interior, la que tú también oyes. Ya no estaremos solos. Nunca fue así. Siempre nos acompañó el reloj de arena que pica nuestros billetes de ida a una constelación nueva, distinta, la cual no temo visitar si eres tú la que haces las fotos en nuestro viaje. ¿Quieres saber algo más? Hace tiempo encontré un camino adentro mío que conduce a una playa desierta, y cuando me siento muy solo, voy a sentarme conmigo en la arena, y contemplo lo que me queda por vivir. Nunca te lo dije porque antes quería descubrir tus lunares en tu espalda, y besar cada uno de ellos con una ternura infinita. Hoy voy a quemar tu último pétalo en las calderas de mi alma ya exhausta, y comprobar antes de caer que se puede morir cien veces sin haber vivido lo suficiente para entregarte todo lo que te mereces.