Cuando escribo, mis manos encuentran oídos que me escuchan.
Remuevo los recuerdos habitantes de la memoria colectiva,
los que todos llevamos dentro,
por los que todos lloramos,
sencillo es decir que el mal es de muchos.
El consuelo habita en una estancia vacía de sentimientos comunes.
Al otro lado de la vida que vivimos sienten que nosotros también existimos,
nunca nos veremos los rostros,
tan sólo los corazones circulan desesperados pidiendo cobijo en la noche oscura.
Mi historia es sólo una entre tantas,
pero cuando encuentra una hermana errabunda se reconocen, y lloran,
y beben de la fuente de la sinceridad que no necesita de frases completas para ser entendidas.
Al otro lado del sentido literal habita el sentido real,
saltamos de uno a otro plano huérfanos de cariño, de comprensión, de respeto,
saltamos desacompasados.
En este mundo huérfano de conocimiento profundo,
nuestros ojos no ven el fondo brillante que todos llevamos dentro.
Y dentro siempre esté la estancia vacía que todos en algun momento habitamos cuando llega el viajante adecuado, dando luz a nuestros abismos,
prendiendo la hoguera de nuestros temores.
