Cuéntame otra vez lo que encontraste en tu viaje, aquella historia de corazones atravesados con palabras afiladas, y ese rincón fantástico donde te escondías para escuchar la música que sólo tú oyes. Quiero saber si el amor está envenenado con gotas de amargura que rezuman de ojos brillantes bajo cielos aún más brillantes, y si puedo besar esos labios que deslizan las palabras que me encantaría oír cada día. Esta noche sé que vendrás a visitarme de nuevo, te sentarás a mi lado y tocarás la melodía que siempre llevo en mi interior, la que tú también oyes. Ya no estaremos solos. Nunca fue así. Siempre nos acompañó el reloj de arena que pica nuestros billetes de ida a una constelación nueva, distinta, la cual no temo visitar si eres tú la que haces las fotos en nuestro viaje. ¿Quieres saber algo más? Hace tiempo encontré un camino adentro mío que conduce a una playa desierta, y cuando me siento muy solo, voy a sentarme conmigo en la arena, y contemplo lo que me queda por vivir. Nunca te lo dije porque antes quería descubrir tus lunares en tu espalda, y besar cada uno de ellos con una ternura infinita. Hoy voy a quemar tu último pétalo en las calderas de mi alma ya exhausta, y comprobar antes de caer que se puede morir cien veces sin haber vivido lo suficiente para entregarte todo lo que te mereces.