El futuro que pasa
Días pares, dividen el tiempo en partes desiguales,
y reparten sus trozos entre los humanos que miran el reloj.
Esos humanos tienen capacidad de predecir las tormentas,
pero no pueden controlar la veleta de su destino.
Consiguen un hueco en las fisuras de la sociedad decadente,
viven solos, fornican con menos frecuencia de la que quisieran,
comen pizza, huelen a CK,
no viven, aumentan la duración de sus sístoles y diástoles, pero no sienten.
Avanzan a través de una jungla de metal y cristal,seda y cortes a medida,
cortan la realidad y obtienen dividendos de ella.
Sus sueños se deslizan por placas de neón, marcando las alzas de sus esperanzas.
La bancarrota entra a través de los desgarros en sus trajes milimétricos,
rajan la estela de una carrera meteórica.
Soportan en sus hombros cargados la estructura de un sueño monetario,
y despiertan entre pesadillas con bonos terroríficos persiguiendo puertas con marcos dorados.
Alguien olvidó decir cuál es el disfraz que esconde la felicidad,
en este carnaval de mentiras y adornos ficticios que algunos llaman vida,
mientras las semanas son años, los años se convierten en plomo, y el tiempo en ceniza.
Invirtamos la flecha y gocemos nuestra existencia del revés,
compremos las acciones del presente,
disfrutemos del tiempo ya conocido,
dividamos los minutos y que surjan segundos,
para estirar de modo casi infinito la duración de nuestra felicidad.
Sólo así, pienso, el tiempo adoptará el verdadero sentido del tiempo, real, intenso.