Arenas de una vida
Cuando más, el tiempo sigue.
La arena cae,
las dunas prosiguen las curvas de su ritmo ancestral.
Herencia de una época que todavía no ha muerto,
sólo aguarda a que llegue el momento apropiado
para ser desvelada, y sus secretos enterrados
surjan y deslumbren ante la túnica estrellada del profeta desconocido.
Noches que se suceden para dar paso a otra igual,
ciclos de vida sin límite,
y el mecanismo latente de la historia sigue su curso,
sigue su recorrido ignoto,
pasando de un país a otro,
el río de un cielo navegando por oceanos intemporales.
Un lenguaje todavía pululando por entre los huecos de puertas secretas,
por entre los recovecos de civilizaciones ahogadas en la ambición humana.
¿Estaremos preparados para recibir la noticia?
Hay un segmento que nos separa, a esta moderna cultura del positivismo,
de la interconexión de la carne con la tierra,
la cópula de la civilización con el barro que un libro nos dijo que era la semilla.
La ventana se está abriendo,
mientras sus bisagras produzcan el ruido de la iluminación,
nosotros nos seguiremos arrastrando entre las ruinas de la sabiduría ignorada.
Adiós, viejo mundo, adiós, mundo sabio.
Detrás estaremos nuestros huesos, mas allá nuestros arquetipos,
sustentarán las obras de arquitectos que construyeron la vida
según el codigo constante que rige las obras del universo desconocido.
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