[Nowhere Station]

| Dialogs from the south of Spain |

viernes, octubre 31, 2003

Inquilino: Mr. Tristeza

Tus palabras tuvieron el calibre de un obús,
dejándome en el corazón el hueco más grande que jamás tuve.
Y es que son tus manos mi descanso,
son tus besos mis nubes de algodón,
la media naranja que siempre quise en mi zumo.
Tus ojos son las aceitunas negras con las que hice el vino más dulce que bebí en vida,
Y ahora, en muerte, no veo más allá de mis párpados húmedos
cómo todo lo que construí contigo se disuelve en agua turbia.
Te deseo todo lo mejor, no creas,
sólo debo decir, si es que sirve,
que tu Azul Cielo Infinito lo pinté con mi pincel azul,
que ahora descansa (todavía húmedo) acostado en un dosel de fotos y recuerdos
y hojas de otoño,
y cafés fríos en bares cálidos,
y canciones de madrugada,
y besos rojos,
y espejos que estallarían por tu precioso perfil de boxeador,
y miradas que escriben por sí solas la historia de nuestro paraíso
perdido por un puñado de orgullosos gestos.
Ya ves, la desesperación y el dolor despiertan a mi genio de la inspiración.
Pobre.
Ahora sufrirá de insomnio eterno.
Mis manos están manchadas de lágrimas amargas,
que no pararán hasta que tu boca sane un corazón agujereado
con las palabras más lógicas, insensatas y dolorosas que puedes entregarme
en respuesta a una pregunta ya formulada: SÍ, QUIERO.